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Esta es mi página sobre poesía, filosofía y narrativa.
Recorre, lee, conecta ideas, emociones y revelaciones profundas.
Aquel día se estremecieron ante las palabras del actor.
Ya tenía preparado su discurso dantesco, a sabiendas de presencia.
Hasta su majestad, la terrible, tembló desde sus privilegios.
No hizo falta la orden para que los cortados se llevaran al creído.
Solo ellos ignoraban la magnitud de sus estruendos.
Después de un tiempo, lo llevaron a su reina.
"Nadie puede alzar la voz frente a su majestad,
menos un anglosio adquirido como tú."
Me encontraba al aire libre en un pequeño festival, de vibra bohemia y color pastel, con cielo despejado y el ambiente cálido y sereno.
La noche oscura era opacada por pequeñas luces, y el fuego en las fogatas, con su tono especial, iluminaba las siluetas de la gente conversando, danzando y tocando música suave.
Aquel lugar, decorado con sillones, mesas y telas, transmitía una sensación hippie, aunque no del todo humilde.
Y de pronto se me acercó una mujer descalza, vestida con colores pastel.
Con un gesto amable me indicó seguir una especie de ritual, en el cual la gente se pintaba los pies con una tinta negra espesa o alquitrán.
De inmediato me negué, y aunque no noté malas intenciones en el acto, no he logrado descifrar su significado o intención, más que la sensación de rechazo desde mi sesgo inconsciente.
De pronto el espacio cambió. Me encontraba dentro de una antigua mansión, de arquitectura barroca, decorada solemnemente, y pese a la insistente penumbra, una tenue luz iluminaba aquel cuarto.
En la misma habitación, sentada en un sillón largo, me volví a encontrar con ella.
Como traída de otro plano del sueño, no había palabras, pero me miraba. La serenidad constante en su rostro invocaba más presencia que un mensaje por sí mismo.
Entonces vi una foto enmarcada de una mujer de cabello oscuro sobre una mesa pequeña y redonda.
Lentamente, pasó de ser una foto normal al horror injustificado, cuando sus ojos se agrandaron, y su mirada se volvió perturbadora e inexplicablemente horrorosa. Y me exalté, no por el horror de la imagen por sí misma, sino por la intención oculta del qué, de asustarme, que sentí de su trasfondo.
Ese día, más que aceptarlo, quise enfrentar aquello que en su intención estaba el aterrarme deliberadamente.
Poco después, me encontré de pie, en otra parte de la misma habitación; supe con claridad que estaba soñando, y sentí una especie de tensión, una suerte de presencia, que confirmé cuando se materializó aquel ente frente a mí.
Fuera de toda apariencia humana esperada, era más una criatura animal; una especie de araña oscura, una silueta, una sombra de presencia, un instinto sin contornos, vaga, pero real dentro de mi sueño, tan presente como todo lo demás. Respiraba reverberante, como si se le filtrara la presencia de lo siniestro.
No sentí miedo, sino una emoción más poderosa: la necesidad de recuperar el control. Entonces comprendí que ese ser era una manifestación oculta, una entidad simbólica que representaba algo más profundo dentro de mí.
Mi instinto me dirigió hacia una frase que repetí continuamente:
¡Revélate!
Insistí en mostrar firmeza y autoridad, pues buscaba exponer a esa entidad y exigirle su verdad. Una vez más, mis necesidades se imponían por encima del miedo.
Seguí pronunciando la frase hasta cruzar el umbral del sueño al despertar, pero no obtuve respuesta.
Luz de día, vida mía,
mi ser era tuyo, y en tus hijos voy contigo,
y en mis ojos, tu reflejo, que es verdad de ti conmigo.
Luz de vida, día con día, yo permito nueva vida,
y la verdad, siempre primero,
que en las sombras o el lucero
actúa siempre en favor de lo bueno.
Luz de noche, no te vayas...
pero decidiste herirme de nuevo.
No permito que el mal me defina
ni que en sus aguas nazca vida
ni que su tierra de fruto y alimento
para desamparados y heridos.
No permito la semilla de su fruto
ni el deseo de ser amado
que en su sombra de bondad
se oculta su efecto perverso.
No permito el cuerpo de mentira
y no me puedes engañar
pues yo bendigo a los malditos
y lo oculto es revelado.
Por tí sembré una flor y ya murió,
pero esta tierra tiene vida y hay amor.
No negaré otra semilla a mi huerto,
para darle nueva flor a mi jardín.
Donde mis ojos no vieron, te vi,
evidencia de presencia.
Por ti supe verdad: que no hay de mí si no es contigo,
ni nosotros.
Eres brillante en la ausencia,
evidente para el ojo cerrado, que es libre de engaño
de lo que parece ser, pero no es.
Ilusión, no te confundas.
No portas verdad ni esperanza en tu cuerpo.
Eres engaño; ocupas mi espacio,
y no hallo tu estancia en mi templo.
Hoy perdí dos esperanzas,
pero gané una independencia.
Ya no tengo miedo al abismo,
pues siempre estuve perdido.
Hoy recordé que no hay sendero,
ni un lugar al cual llegar.
Más bien estaba perdido
buscando camino y destino.
Eres brillante cuando el sol es templado en tus aguas.
Te veo bendita, y quiero salvarme en tu memoria.
Mantén distancia conmigo,
de cero si es posible,
pero, hallé descanso en el silencio,
y hay respeto.
Templa este ser en tu llama,
para darme nueva forma hacia el bien.
Tú tienes poder.
Manténme a salvo del fuego y del dolor,
porque con ese salvo doy gracias al señor.
Aleja este templo de antigua intención,
y transformanos al bien, amén.
Yo soy en cuerpo presente, recuerdo tangible.
Busco llenar mi vacío, ten piedad de mí.
Quiero ser bueno, sé bueno conmigo,
porque no hallé el tesoro en mi templo,
sólo esperanzas.
Si escuchas mis palabras, habla el amor
que desde el seno me hizo en falta.
Pero cayó en tu mano mi esperanza en vano,
y no había hallado llanto ni remedio.
Sea yo amado o no amado,
confía en que hallaré un esperanza sin ti.
Pero bendigo de tí a lo maldito,
para que no leas más de mí en vano.
Dejaste tu estrella en mí.
No hubo valor ni forma para pedir ayuda.
Un consuelo, un aliento, o un contacto.
Caí en un abismo de soledad,
donde no hay calor, ni voz para hablar.
Volteo mi mirada, no puedo luchar con eso,
solo puedo guardar silencio.
Eres como la luna reflejada en la marea,
en una noche fría y oscura.
Es hermoso tu cuerpo lejano,
y tus cabellos son de nubes y espumas.
Son tus ojos luceros, ubicados en el cielo,
que viajaron desde lejos, provocando mi escritura.
Soy como el sol, de verdad yo soy.
Proveedor de la luz de vida y calor.
Es de mi cuerpo la fuerza de amor,
aunque mis ojos te vieron en vano.
Por eso me veo tentado de engaño
de aquella ilusión; lo que eres y soy.
Quiero quererte, pero estoy herido.
Soy tímido desde mi razón
de cuidar mi corazón de otro ocaso impermanente.
Por eso es suave mi intención de conocerte.
Dame santo cobijo en tu pecho si hay piedad,
para sentir que alguien me quiere de verdad.
No hizo daño el dolor, sino el doliente,
pero hay perdón y amor.
Se ha dicho en pocas palabras
que a quien mucho tiene, más se le dará,
y a quien poco tiene, hasta eso se le quitará.
Lo sé, porque lo vivo en carne propia cuando añoro mis urgencias,
y es que atraigo mis carencias por el miedo de la ausencia.
No había hallado solución que dé engaño a mi experiencia,
abundancia en la carencia y fuerza que tumbe la razón aprendida.
Es normal cuando me abruman esas dudas,
y los mártires me llevan en picada al autosabotaje.
¿Qué es ser amado? ¿Qué es el cariño? ¿Qué es un abrazo?
¿Qué es el consuelo? ¿Qué es un contacto? ¿Dónde acaba el vacío del alma?
¿Cuál es el día en que mis amores no se alejen?
¿Cómo voy a cambiar el miedo de ser olvidado y sólo tenerme a mí mismo?
¿No son los hombres sujetos a querer amar y ser amados?
Entonces ¿Cuándo podré tenerlo?
¿Qué debo sacrificar?
¿Cuándo me vas a enseñar?
Hoy ya sé
que en el cambio de creencias hay la fuerza que me impulsa hacia realidades acordes.
Sí, es verdad, que la verdad se muestra, cuando crees que puede hacerlo.
Y la verdad del poder yace en el origen de sus creencias.
Es que un día me di cuenta de verdades,
y entre ellas, que tiene más poder su idea que sus acciones,
porque la idea lleva a acciones acordes.
Y las acciones sin ideas no actúan.
Solo yo puedo re construirme,
solo yo puedo devolverme la cordura
e inclinarme con fuerza a lo bueno, a la paz y a la tranquilidad.
Solo yo puedo recuperar mi corazón de las tinieblas
y ponerlo de regreso a la luz eterna.
Porque el poder de pedir es de mí.
Guíeme usted a la abundancia de amor,
a la esperanza y a la paciencia,
que son necesarias para el ser amado.
¿Crees que tu causa es justa
cuando envidias el amor de otros,
la salud de otros,
las riquezas de otros?
Sí, es causa justa, por consecuencia de la envidia; la ausencia.
Como en el principio fuimos uno,
y uno seré en el final.
Y en la razón del ganar
está la voluntad de ceder.
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